LA "ENFERMA" ESPAÑA.

Llevaba mucho tiempo creyendo que, si hablamos en términos médicos, España era un "enfermo grave". Pero recientes patologías nos han demostrado que los "órganos vitales" de nuestra Nación están más dañados de lo que pensábamos. La situación del "paciente" ya no es grave, es terminal.

Pueden parecer catastrofistas mis palabras, pero a esta reflexión me lleva el penúltimo episodio de la histeria y la esquizofrenia que, gran parte de la población de nuestro país, sufre. Un estado de delirio permanente que, sin embargo, ha quedado establecido como "lo normal".
Me refiero al "frustrado" fichaje como parte del equipo técnico del Real Club Celta de Vigo, en calidad de segundo entrenador, de Salva Ballesta.

No ha vestido nuestra camiseta y, por contra, si ha lucido la de nuestro rival capitalino pero, no por ello me duelen prendas en reconocer a una persona que, independientemente de los colores que vistiera, siempre ha demostrado un patriotismo en sus declaraciones y, lo que es más importante, en sus hechos, que ya hubiésemos querido que algún jugador de nuestro equipo hubiese tenido.

España es un país enfermo. Un lugar donde se niega el trabajo a una persona por su declarado amor a España. Una persona que en diferentes entrevistas, dada su condición de, en su día de futbolista de Primera División y hoy de ex-jugador, ha demostrado que no tiene pelos en la lengua y se ha atrevido a decir cosas que la "dictadura" de lo políticamente correcto lleva censurando desde hace más de treinta años.
No es que Salva Ballesta diga, cada vez que habla con un medio, nada que deba resultar especialmente escandaloso, simplemente siempre reconoce que se siente "orgulloso de ser español". No habla de filiación política alguna, ni tampoco ofrece una tesis doctoral sobre alguna ideología en concreto.
Pero la enfermedad que nos asola es la que estableció hace tiempo una serie de mecanismos simplistas y simplones por la que quedas marcado si muestras un apego más allá del normal a la tierra que te vio nacer.

Ni siquiera los puntuales momentos de "orgullo patrio" que en estos últimos años han venido de la mano de los éxitos de nuestras Selecciones Nacionales, especialmente y por tratarse del deporte que aglutina a las masas, por los campeonatos conseguidos por la Selección Española de Fútbol, han servido para quitar el complejo a la ciudadanía y la estigmatización sobre quien muestra su patriotismo.

Si el problema separatista es especialmente grave en nuestro país y es el origen de situaciones histriónicas como la que ha llevado al Celta de Vigo a ceder a las presiones de un grupo de aficionados que muestran alergia al hecho de ser español, más sangrante aún me parece que individuos que no viven en regiones españolas donde esta patología se manifiesta, muestren su "comprensión" y "apoyo" a la decisión de Mourinño (el malo, no confundir con Mou), porque Salva Ballesta "ha realizado polémicas declaraciones a lo largo de su carrera".

Esa es la raíz del problema: Una aversión hacia el patriotismo, totalmente enquistada en nuestra sociedad.
Un hecho gravísimo como es que a un español se le niegue el trabajo por mostrarse encantado de su condición de tal, debería haber ocupado no solo las portadas de los principales periódicos deportivos, sino todas las portadas de cualquier periódico nacional. Así como ser unánimes en la condena de tan vergonzosa situación.

Pero no. Todo lo contrario. Apenas ha durado unas horas en los medios. El eco de los mismos se ha limitado a alguna columna suelta como la escrita por Juanma Rodriguez. Llegando a plantearse el "debate" entorno a lo ocurrido, ¡¡como si hubiese algo que aclarar!! Esto es propio de un frenopático.

España está enferma, muy grave. Terminal, como dije al principio. La mayoría de la gente reduce la protesta a la actual situación económica o laboral que, por supuesto son importantes en la vertebración de un país. Pero, España, nunca se va a recuperar de la crisis monetaria o de empleo. Tenemos una crisis moral muy superior a la financiera. Una crisis de una identidad nacional que han venido dinamitando los diferentes gobiernos desde la Transición. Unos por apátridas y otros por acomplejados. Todo en connivencia con unos medios de comunicación que son los nuevos púlpitos del siglo XXI y en su día del XX, desde los cuales se imparte el dogma y se reparten prejuicios a la ciudadanía para que los apliquen a gente tan noble como Salva Ballesta, al que le impiden ejercer su trabajo como segundo entrenador en el banquillo del Celta de Vigo, por el mero hecho de sentirse orgulloso de ser español.
España, esa gran Nación con gran parte de la población adoctrinada para que no tenga un atisbo de patriotismo.
Así nos va.